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Cartas a la Humanidad | Foro

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Plauto C L Cardoso Ago 5 '18

Con el apoyo de nuestro querido Dr. Víctor David Pitalua Torres, y concebida por la investigadora y abogada colombiana María Carolina Estepa Becerra, por el investigador y abogado brasileño Vagner Felipe Kühn y por el escritor y abogado brasileño Plauto Cardoso, la serie CARTAS A LA HUMANIDAD es compuesta por columnas con sentido crítico, pensadas para forjar nuestra realidad, abordando temas sobre nuestro sueño colectivo de integración legislativa y cultural de nuestros países de la familia REDIPAL, en defensa de la vida en común, de nuestro patrimonio cultural, ambiental y en favor de una convivencia pacífica.

En América Latina, son publicadas a través de la Red de Investigadores Parlamentarios en línea de la Cámara de Diputados de México (REDIPAL).

 

En Brasil, las columnas son publicadas en portugués por el Instituto Preceptor Kühn (www.preceptorkuhn.com.br).

La primera vuelta alrededor del sol será publicada en un libro en 2019 con las crónicas de Plauto Cardoso, Vagner Kühn, María Carolina Estepa Becerra y Pedro Anversa.


La serie fue inspirada por el exitoso lanzamiento del libro CARTAS A GUALEGUAYCHÚ, recién declarado de interés municipal y de interés educativo en el departamento de Gualeguaychú en la provincia de Entre Ríos, Argentina.

Plauto C L Cardoso Ago 5 '18
He la primera columna de la serie: "Un árbol, un hijo, un libro."
El mensaje del foro es editado por Plauto C L Cardoso Ago 26 '18
Plauto C L Cardoso Ago 5 '18
Y la segunda: "Un día sin línea." 


Ambas de mi autoría.

El mensaje del foro es editado por Plauto C L Cardoso Ago 26 '18
Adjuntos:
  2 Un día sin línea - FINAL.pdf (422Kb)
Plauto C L Cardoso Ago 5 '18
Comparto con ustedes las declaraciones de Interés Municipal y de Interés Educativo de CARTAS A GUALEGUAYCHÚ.

El legado de la democracia ateniense: entre el sorteo y la demagogia


                                                                                                                              Vagner Felipe Kühn


            Cuando nos aproximamos a cualquier disputa electoral en Brasil, siempre escuchamos a algún especialista en el tema hablar de las cualidades de la democracia griega. Ésta es apuntada como un ejemplo con el argumento de que se trataba de una democracia directa en la cual los propios ciudadanos tomaban las decisiones sin intermediarios. Algo que sería muy diferente de lo que percibimos en la democracia representativa, aquella donde elegimos personas que toman decisiones por los electores.

            Ocurre que Grecia no era un país como lo conocemos hoy sino un conjunto de diversas ciudades con una autonomía semejante a la de un país. Los registros históricos indican que fue en Atenas donde ese modelo floreció cerca del siglo V a. C. Es correcto afirmar que no fue compartido por todos los griegos de la época.

            El modelo tenía restricciones, se estima que apenas un treinta por ciento de la población podía realmente participar del proceso electoral. Un avance para la época, pero muy distante de las idealizaciones difundidas hoy en día. De los aproximadamente treinta mil ciudadanos que asistían a la Eclésia (Εκκλησία), es decir, a la asamblea, apenas seis mil tenían derecho a discursar, proponer leyes y lo que llamaríamos acciones judiciales públicas. De esos, quinientos eran escogidos para los consejos (boule) y unos cien para los tribunales (dikasteri).

            Lo interesante es que el proceso de elección no se daba según los atributos del candidato sino por sorteo. Apenas los militares eran escogidos por mérito, siendo que los integrantes de los consejos y de los tribunales eran escogidos al azar. Los atenienses utilizaban este instrumento para evitar la demagogia (del griego, δημαγωγία), que comprendían como manipulación del pueblo por los elegidos, que, no raras veces, se volvían tiranos.

            Sócrates, que vivió en este período, criticó el modelo de sorteo. Él no estaba en contra de la democracia en un sentido amplio (algo de lo cual es acusado injustamente), sino que defendía la idea de que la calidad del elegido debería ser definidora del criterio de elección, y no la mera suerte. Aunque él mismo no haya escrito algo que se conserve hasta hoy en día, su pensamiento fue preservado por dos de sus alumnos, Platón y Jenofonte. Sócrates fue condenado a morir tomando cicuta, esencialmente, por ser acusado de corromper a los jóvenes con sus ideales. Incluso pudiendo haber huido cumplió la pena, comprobando que no era una persona en contra de la armonía social.

            Entre nosotros la regla es la democracia representativa. Como se refiere el art. 14 de la Constitución Federal de Brasil de 1988, “la soberanía popular será ejercida a través del sufragio universal y del voto directo y secreto, con igual valor para todos, y, según los principios de la ley, mediante:I - plebiscito; II - referéndum; III - iniciativa popular”. El plebiscito y el referéndum son sistemas de consulta popular relacionados a la ley, anterior o posterior al proceso de deliberación y de votación. Ya la iniciativa popular es una sugerencia de ley que puede o no ser aprobada. En suma, incluso cuando observamos la excepción al modelo de democracia representativa, ni de lejos se aproxima a una deliberación directa.

            Nuestro modelo democrático no podría convertirse en un modelo de democracia directa donde el propio ciudadano toma todas las decisiones, pues la complejidad social y el tamaño del país lo impiden. Además de ello, como mencionado, el propio sistema ateniense, apuntado como ejemplo de democracia directa, en verdad contaba también con un modelo de representación, siendo la elección definida por sorteo.

            Acompaño a Sócrates, prefiero la elección de las cualidades del candidato, del partido o de la coligación ante el sorteo. Necesitamos tiempo, reflexión y una elección guiada por la razón y por la virtud de la prudencia. Así mismo, valoro el cuidado ateniense, pues los demagogos están siempre listos para conducirnos al retroceso de la tiranía. Comúnmente, instigan al odio, pues dividir es conquistar.

El mensaje del foro es editado por Vagner Felipe Kühn Mar 11 '19

Norberto Bobbio y el futuro de la democracia


                                                                                                            Vagner Felipe Kühn

 

            El italiano Norberto Bobbio (1909 – 2004) es uno de los más destacados intelectuales del siglo XX. Escribió, aproximadamente, 2015 trabajos sobre derecho, ética y filosofía, entre otros. En este conjunto de rico pensamiento, se destaca el libro intitulado “El futuro de la democracia”. En esta obra, más que proyectar el futuro, Bobbio constata las promesas incumplidas por la democracia, siendo así muy útil al momento histórico que estamos viviendo.

            Bobbio recupera un diálogo del libro “Doctor Zhivago”, de Boris Pasternak, para enfrentar las nociones idealizadas de proyectos de organización social a los resultados de su concretización: “Muchas veces ha sucedido en la historia. Lo que fue concebido como noble y elevado se ha vuelto una cruda realidad, así Grecia se volvió Roma, la Ilustración rusa se convirtió en la Revolución rusa”. El autor nos recuerda que “la sociedad, toda forma de sociedad, especialmente la política, es un producto artificial de la voluntad de los individuos”.

Entre las promesas no cumplidas por la democracia estaba la de terminar con el poder de la oligarquía (del griego “ολιγαρχία”, que significa gobierno de pocos) y con el poder invisible, representado por organizaciones criminales. Además, la democracia no ha podido resolver el problema del control sobre los controladores. Sintetizado con la frase del poeta romano Juvenal, de la obra “Sátiras”: “Quis custodiet ipsos custodes?” (¿Quién vigila a los vigilantes?). Seguramente, un ejemplo de este fenómeno en Brasil es el grado de libertad interpretativa de los vigilantes supremos de la Constitución Federal.

            Bobbio constata que la democracia trae consigo una paradoja (una contradicción lógica) que dificulta el acto de gobernar. La democracia presenta una completa apertura para la presentación de demandas, pero, por las formalidades que debe seguir, presenta una difícil respuesta frente a tales demandas. Por otro lado, en sistemas autocráticos (forma de gobierno en la cual hay un único detentor del poder político-estatal), existe un gran bloqueo de los canales de presentación de demandas y al mismo tiempo las respuestas son ágiles. Dicho de otra forma, mientras que en la democracia las demandas son colocadas de modo fácil y tienen una respuesta difícil, en la autocracia la presentación de demandas es difícil y la respuesta fácil. Algo que tal vez justifique la nostalgia sentida por algunos de la época de regímenes 

            Para el autor italiano, el modelo de Estado democrático fue construido sobre las bases históricas del Estado absolutista, donde la figura del soberano centraliza las decisiones y las acciones. La sociedad real, según Bobbio, es pluralista, de grupos, y no de personas aisladas: “Los grupos y no los individuos son los protagonistas de la vida política en una sociedad democrática”.

            En Brasil seguimos con esa ceguera, pues sea cual sea la dirección política, izquierda o derecha, ésta tiende a representar la elección de uno, y no la afirmación de grupos. Además de esto, es notable el sentimiento de que unir esfuerzos en pro de causas comunes es algo comprometedor, negativo. Enfrentamos la era democrática, pensada para ser vivida en grupos, dentro y fuera del poder, como individuos solitarios. Un terreno fértil para el clientelismo —donde el voto es moneda de compra de favores particulares—. Y del modelo de Estado absolutista también hemos heredado la noción de que el adversario es el enemigo, algo que es muy atractivo a los instintos, pero devastador para la continuidad política de un país.

            Así mismo, con todas las promesas incumplidas, la democracia continúa siendo el único modelo compatible con el sistema de garantías fundamentales. Es necesario que aceptemos lo que ésta puede darnos, admitir lo que aún no puede y luchar para que este proyecto político no se transforme en una materia bruta irreconocible.

El mensaje del foro es editado por Vagner Felipe Kühn Mar 11 '19
Plauto C L Cardoso Ago 13 '18

Un árbol, un hijo, un libro

 

 

 

“En el pasado, la cultura fue una especie de conciencia que impedía dar la espalda a la realidad. Ahora, actúa como mecanismo de distracción y entretenimiento.” 

 

Mario Vargas Llosa en

La civilización del espectáculo.

 

 

Tradiciones. De alguna manera nacen y empezamos a seguirlas. No sé exactamente cuando empecé a creer que serían objetivos de todo hombre escribir un libro, tener un hijo y plantar un árbol. De todos modos, me parecen iniciativas interesantemente semejantes y que, consideradas sus proporciones, implican compromisos similares.

 

Siempre tuve mucho miedo de qué tipo de hijos le dejaríamos al mundo, y acompaño el crecimiento del mío con atención. La vida, al fin y al cabo, no se cuenta en hojas de almanaques, y sí en encuentros. Cada nuevo día me reencuentro con mi hijo, mi esposa, mis amigos, mis alumnos, mis libros, mi familia. Todos son mi familia.

 

No será diferente con el gajo de cerezo que recibí de regalo este mes en el Fórum Nacional de Directores de Escuelas Públicas en la capital minera, Belo Horizonte, y en el cual tuve la honra de participar compartiendo mi visión sobre la importancia de la enseñanza de Derechos Humanos en el proceso de formación de niños y jóvenes. Acompañaré con cariño el crecimiento del pequeño pedazo de Japón que orgullosamente planté. Es mi primer árbol y no imaginaba la felicidad que me daría hacerlo.

 

Seres extraños que somos, creemos en cosas que no existen en la naturaleza. Somos la única especie que camina en este planeta y cree en espectaculares, complejas y necesarias ficciones intersubjetivas. Profundamente consciente de que solo tizas y pizarrones nos separan de la barbarie, y agudamente consciente de que no basta apenas ofrecer educación de calidad, sé que es importante que se promuevan debates que forjen seres que crezcan creyendo en la más fundamental de todas las ficciones en las que necesitamos creer: que la dignidad debe estar asociada a todo ser humano por el simple hecho de ser humano, independientemente de su estado de evolución y de lo que haya venido a hacer en su camino.

 

Y esto implica de manera práctica usar un único verbo, que parece que tenemos una desconcertante dificultad en conjugar, un sustantivo simple, leve y elusivo: respetar, respeto.

 

El gajo de cerezo en siete años florecerá junto con la segunda infancia de mi Joaquim. En julio, en Belo Horizonte, Buenos Aires y Gualeguaychú nace “Cartas a Gualeguaychú”, una antología de las doce primeras columnas sembradas en mi matear mensual en las veredas de la “República Entrerriana”, nutrida por los flanes de Marina, el calor del hogar de Nahuel y Verónica, por el amor de los ojos de Ricardo, por la inquietud de la dulce y curiosa mirada de Juani, Maristela y Hanah. Por el huracán Pampa Dumón y el cariño de Vivi, Paz y Marisa. Una obra orgullosamente colectiva, nacida mientras nos deslizábamos en aguas internacionales, en un paseo en barco, fruto de un solemne ignorar de fronteras, del sueño de ver nuestros hijos jugando juntos y nuestros árboles como verdaderamente nuestros.

 

La idea del señor Miura es hermanar Brasil y Japón a través de este árbol icónico. Ha dedicado su vida a sembrar por todo Brasil el árbol símbolo de su país. Su sueño es verlo florecer en cada escuela pública. Si en el transcurso de la próxima generación consiguiésemos lo mismo con los Derechos Humanos, bajo el mismo concepto de que el otro merece respeto, de que merece siempre ser recuperado al mínimo nivel de dignidad que creemos aceptable para nosotros mismos, le habremos dado sentido a nuestra existencia conjunta.

 

Nuestro mayor objetivo educacional debe ser ayudar a superar una clara falla en la formación filosófica y sociológica de nuestras naciones en las cuales la dignidad es peligrosamente relativizada, a pesar de los claros ejemplos históricos que deberían alertarnos sobre las terribles consecuencias de este tipo de visión.

 

Años atrás leí una de esas acéfalas “investigaciones”, que no se sabe cómo obtienen patrocinio, y que concluía, después del alegado profundo análisis de “datos”, que ¡las parejas que tenían perros eran más estables! Nunca se les debe haber ocurrido a esos “científicos” que este tipo de desecho poluciona el horizonte académico, que las parejas que ya son estables buscan casa, hijos, mascotas, o sea, que la estabilidad puede ser un hecho anterior y que en realidad concluyeronque la cola mueve al perro.

 

Con esa misma brillantez, se concluyó hace poco en Brasil que “la inclusión de filosofía y sociología como materias obligatorias en la escuela secundaria en 2009 perjudicó el aprendizaje de matemática de los jóvenes brasileños, principalmente los de bajos recursos”. Los créditos de tamaña sagacidad son de Thais Waideman Niquito y Adolfo Sachsida, en un estudio inédito que será publicado por el IPEA (Instituto de Pesquisa Económica Aplicada).

 

Sumo mi voz a la indignación del filósofo Paulo Ghiraldelli Jr., en un artículo recientemente publicado en el diario A Folha de Sao Paulo, sobre como la matemática parece realmente haberles hecho falta a los autores de tal burrada:

 

“Pero, aunque podamos ceder al sentido común estúpido, que cree que matemática y portugués sean las únicas cosas que deben enseñarse en la escuela, sería completamente insano decir que unos míseros minutos de filosofía a la semana son el lobo feroz que les ha impedido a los cerditos volverse los vencedores de las olimpiadas de matemática en Codó (Maranhão) o en Cruz das Almas (Bahía).

 

[...] Se trata, en esa investigación en cuestión, de poner en la mesa elementos ilegítimos de apoyo a la reforma de la enseñanza del gobierno Dilma-Temer, cuyo único objetivo es vaciar el plan de estudios de la escuela secundaria. El objetivo es hacerlo igual para todos —igual en la mediocridad—. Democratizar la escuela se volvió sinónimo de socializar la incultura.

 

La escuela pobre para el pobre.”

 

Mientras caminaba ayer para el lugar en el que más me gusta estar en la vida —una sala de clases—, me deparé con un hombre sentado en una vereda al anochecer, mezclado con las sombras, abriendo bolsas de basura y, en la oscuridad, llevándose a la boca todo lo que encontraba y que parecía tener alguna textura comestible.

 

Sueño con otras veredas. Es dilacerante la impotencia de no poder salvar aquella alma. Lo que me mantiene en pie es la sensación de que puedo evitar que al menos algunas otras se sumen a la población de nuestras calles.

 

Solo la educación nos salva. Felicitaciones Fundación Pitágoras y conspiradores de la Alianza Brasileña por la Educación, por reunir y empoderar a los héroes que pueden hacer diferencia en este nuestro perverso contexto, y ayudar a poblar de manera distinta las veredas de nuestro futuro: los directores de nuestras escuelas públicas.

 

Que florezcan los cerezos y nuestros proyectos. Planté Joaquim, el sakurá y Cartas a Gualeguaychú.


                                                                                                                                                                                       Plauto Cardoso

El mensaje del foro es editado por Plauto C L Cardoso Ago 13 '18
Plauto C L Cardoso Ago 13 '18

Un día sin línea

 

Día 23 de mayo. No podría haber existido un día mejor en el universo de tradiciones de nuestro planeta para recibir la invitación a formar parte del directorio de la Asociación de los Amigos de la Biblioteca Pública Estatal de Minas Gerais, SABE. Fue una coincidencia, pero al menos yo nunca me olvidaré que fue el día en que celebramos mundialmente el objeto más poderoso, el que yo más quiero y anhelo: el libro.

En una charla en la capital minera, hace ya algún tiempo, con el señor Van Damme - el inquieto y magnético fundador de la librería que lleva el peso de su nombre, de las diversas lenguas fluentemente habladas y de su enorme pasión por los libros -, entre varios asuntos, me confió que era un hombre con mucha suerte. Pasaba sus días entre libros y cuando llegaba a su casa hacía lo mismo. Nunca, prosiguió, se sentía trabajando. Y concluyó que un día sin lectura era un día perdido.

 Le relaté a mi padre, en cuya biblioteca de cierta manera fui criado, el diálogo con el señor Van Damme, esperando con cierta curiosidad su reacción. Él, con su habitual poder de síntesis, no tardó en vaticinar: “¡un día sin línea!”

“Tuve que venir al baño para llorar escondido en mi primer día de clases. Después que el profesor entró y empezó a hablar, no podía creer que yo estaba allí”, me reveló un alumno que había acabado de conocer la semana pasada tomando exámenes de otras materias. Me había pedido poco antes que le permitiese ir al tocador. Me contó que estaba en tratamiento oncológico y que sentía mucho dolor cuando no iba regularmente al baño. Claro, hice una excepción y fuimos conversando mientras caminábamos rumbo al toilette masculino. Era un señor que seguramente sumaba algunos años más que yo, de una simplicidad tocante y manos callosas que revelaban alguna labor manual para financiar sus estudios. Me dijo, aún camino al baño, con un tono casi confidencial pero con una sutil firmeza en su propósito que no pasaba desapercibida, que había soñado con estudiar. Había luchado para concluir la escuela secundaria y había logrado entrar en la Facultad de Derecho. Ya más avanzado en su carrera, todavía recordaba la visita al baño para llorar a escondidas de alegría.

Tal vez hubiese dado los mismos pasos por el mismo pasillo. Tal vez hubiese sido aquel sanitario. Tal vez por eso haya rememorado aquel momento. Lo que él no sabía, y le conté estremecido y un poco emocionado, fue lo que me pasó el primer día en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Subí con un poco de prisa y transbordando de orgullo los anchos y altos escalones de la imponente entrada - sin contarlos, eso sí, ya sabiendo de la maldición de tal aritmética que termina aprisionando por años a los curiosos contadores en la institución, impidiéndoles graduarse -. Llevaba puesta una elegante camisa blanca de algunos millones de hilos egipcios y corte italiano que mi esposa e incentivadora me había regalado para el tan ansiado momento y, cuando alcancé el nivel de la entrada y me deparé con el impresionante Salón de los Pasos Perdidos, no había un baño cerca. Lloré copiosamente en el hombro de mi compañera de vida, siempre presente en mis momentos más soñados.

Hay algo profundamente libertador en el proceso de educación. No sé exactamente qué es, pero toca el fondo del alma. El alumno que acompañé al tocador, ya volviendo a la sala de exámenes, me confesó que le atribuía la emoción y las ganas de concluir su carrera a su victoria contra el cáncer. Yo ciertamente le atribuyo a la UBA la victoria contra muchos tipos de potentes cánceres corrosivos: mis prejuicios. En todas las etapas de mi vida, todas las instituciones que me enseñaron me hicieron un ser humano mejor. Poder enseñar en todas ellas es otro sueño realizado que vivo con la plena conciencia de la carga de responsabilidad que conlleva.

Hay quienes crean que la rueda fue el gran invento de la humanidad. Yo, conversando con mi almohada, digo que fueron las líneas esa tal gran invención.

Un día sin línea, un día perdido.


                                                                                                                                                                                     Plauto Cardoso

El mensaje del foro es editado por Plauto C L Cardoso Ago 13 '18
Plauto C L Cardoso Sep 11 '18

El libro de mi vida

 

Excepto en el caso de los fanáticos que apenas leyeron un libro en su vida y se redujeron a él, es de la propia naturaleza del libro y de la lectura el placer de la diversidad y los descubrimientos.

 

Cristovão Tezza

 

 

¿Cuál es el libro de mi vida? Y en esto, por supuesto, me pregunto cuál es aquel idílico libro, envuelto en la neblina de mi memoria y en el cual deposito el peso de la carga simbólica de haberme provocado aquella sensación que persigo ávidamente en las líneas que devoro, la de que una luz se encendió en mi cabeza.

 

Dura poco esa sensación de satisfacción y goce, y el apetito se abre aún más voraz. No existe fin en la búsqueda de este placentero jardín secreto iluminado.

 

En mi caso la respuesta es simple. Es vívido, en los senderos de mis entrelazados recuerdos de infancia, el asombro que una colección de cuentos de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm me provocó. Regalo de mi madrina Amélia, viví en aquellas páginas un verano entero. Y desde entonces en otras páginas en todas las otras estaciones del año. “Cuentos de los Hermanos Grimm”fue el libro de mi vida en ese sentido. No por coincidencia fue el primer libro que compré para mi Joaquim mientras estaba todavía en la panza de su mamá en Buenos Aires.

 

¿Pero de qué vida estoy hablando? Sin duda de la del niño de diez años de aquel verano siempre caluroso de Piauí, donde vivía. Menos de siete años después, la respuesta del inquieto adolescente ya residente en la letárgica Belo Horizonte de aquel entonces, habría sido probablemente la colección mítica y mística del conjunto de los relatos de las aventuras del antropólogo y escritor norteamericano Carlos Castaneda y su mentor, Don Juan.

 

El camino con el corazón, de Don Juan, junto con la valentía que nos desafía del caballero del conocido poema The Road not Taken, de Robert Frost, me llevaron a tomar decisiones muy significativas en diversas encrucijadas de mi vida.

 

Hablé sobre ello la semana pasada cuando fui invitado a participar en un evento de celebración del Día del Abogado en la Facultad Pitágoras en Belo Horizonte. La platea era de alumnos y colegas profesores de la carrera de derecho y la invitación era para hablar sobre una decisión en mi pasado que había marcado un antes y un después en mi vida.

 

 

 

En los breves quince minutos que tenía, elegí hablar de cuatro de ellas para evitar cualquier posibilidad de que se pensase que fueron golpes de suerte, de algo tomado a la ligera, o con el modo intempestivo característico de ciertas épocas menos pacientes en nuestras vidas.

 

No, en todas ellas el modus operandi era el mismo. La pregunta hecha era la misma siempre.

 

Soñaba con salir del país. Había hecho once exámenes para entrar en la universidad en la angustiante búsqueda de qué profesión escoger “para el resto de mi vida”, sin saber que viviría más de una en la misma encarnación. Para mi angustia, pasé en los once exámenes y para carreras tan diversas como derecho, letras, física pura e ingeniería civil. Claro, me di por perdido. Necesitaba un año sabático y quería abrir las ventanas para los vientos del “azar”. Terminé pasando en un programa de becas para estudiar un mes en un helado enero en la ciudad costera de peñascos blanco tiza de Southampton, en el sur de Inglaterra —que no podría imaginar que se volvería mi jardín—. Aún feliz con la primera gran conquista y con la aprobación de mis orgullosos padres, jurando por dios que volvería al país a fin de mes, inicié un curso preparatorio intensivo en una escuela de inglés particular en la Belo Horizonte de fines de los años ‘80.

 

Quiso el “azar’ que llegase a mis jóvenes manos, justo en la entrada de dicha escuela de idiomas, un panfleto promocional que invitaba a una experiencia de voluntariado internacional en un Kibutz, esas pequeñas comunidades agrícolas en Israel cuya propiedad de todo es colectiva y el destino del grupo es resuelto en conjunto por sus miembros en asambleas generales casi que diariamente. Sentí dentro mío que estaba frente a mi nuevo camino. Para profundo disgusto de mis padres, uno de los muchos que les daría en este sentido, abandoné la beca para el gris y mojado invierno inglés en Southampton, evitando, sin saberlo, detestar a primera vista el país que iba en menos de doce meses a amar, y fui con la mochila al hombro a ser voluntario en una hacienda comunitaria en medio del desierto en el Medio Oriente.

 

Allí vivenciaría el profundo significado de la palabra hebraica Kibutzim (קיבוצים): juntos, en grupo. Ninguna otra experiencia antes o después me marcaría tan profundamente en relación al sentido de vivir en conjunto, de actuar y pensar de forma comunitaria. Y todo eso fue construido a lo largo de los nueve meses que allí me quedé —fui con un pasaje de ida y vuelta de dos meses y, por supuesto, incumpliendo mi juramento de volver al país, me quedé en Israel.

 

Terminé yendo a estudiar a Inglaterra después de la experiencia comunitaria y ya con muchos amigos ingleses. Escogí la joven y original Brighton con sus playas de piedras, sus gaviotas estridentes perdidas en la neblina matutina, pequeñas casas con chimeneas activas e intensa vida cultural diurna y nocturna. Era una Inglaterra soleada, en un bonito verano inglés, y yo ni siquiera imaginaba que aquella era la ciudad en la que viviría, cinco años más tarde, la experiencia de hacer un prestigioso programa de maestría en una institución que también marcaría mis caminos, Sussex

 

University. Ah, y claro, para un asombro parental más, renunciando, como habría de ser, a otra beca para otro programa de maestría en la también famosa Chapel Hill, en Carolina del Norte, Estados Unidos, para poder volver a Brighton y vivir la fabulosa vida académica de la Universidad de Sussex.

 

Pero esa y las otras dos elecciones de las cuales hablé en mi pequeño coloquio quedan para un próximo matear. Lo que importa es que renunciar valientemente a esas becas reveló los caminos para las experiencias más significativas de mis vidas. Y para decidirlo solamente me hice una única pregunta: “¿Ese camino tiene corazón?” Lo que parecía insano e inconsecuente en aquella época se mostró sabio y me trajo paz y levedad.

 

En palabras del brujo Don Juan en “Las enseñanzas de Don Juan”: “Mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo tantas veces como consideres necesario.
Luego hazte a ti mismo, y a ti solo, una pregunta (…): ¿tiene corazón este camino? Si tiene, el camino es bueno; si no, de nada sirve.”

 

Y de esta manera concluye el sabio chamán yaqui sobre los fundamentos que me orientaron en todas mis grandes decisiones: “Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace gozoso el viaje; mientras lo sigas, eres uno con él. El otro te hará maldecir tu vida. Uno te hace fuerte; el otro te debilita.”

 

Cristovão Tezza, en el artículo en el diario Folha de São Paulode 12 de agosto de 2018 del cual retiré el epígrafe, la chispa para esta charla, y del cual también tomé prestado el título, nos alerta, citando al Capitán Marlow, personaje del “Libro de su Vida”, Lord Jim, de Joseph Conrad: "creo que nadie entiende del todo sus propias tretas ingeniosas para eludir la torva sombra del conocimiento de sí.”

 

Tal vez, Cristovão, escribir sea la más transparente de esas artimañas. Cuando el escritor le lanza al otro sus angustias, se desnuda en público.

 

 

Plauto Cardoso – Catedrático por la Solidaridad y la Paz por el Parlamento Internacional de los Estados para la Seguridad y Paz de las Naciones Unidas (ONU). Plauto es escritor, docente, investigadory abogado en las áreas de Derecho Constitucional, Derecho Procesal Civil, Derechos Humanos, Derecho & Política y Derecho & Literatura. Es director del Instituto de Derecho de Integración de la Asociación Argentina de Justicia Constitucional (AAJC).

Adjuntos:
  4 El libro de mi vida FINAL.pdf (451Kb)
Gracias estimado Plauto!!!
Plauto C L Cardoso Sep 21 '18

La mala educación

 

Oí decir cierta vez que las visitas que se eternizan en su estadía tienden a oler mal. Es que en verdad ningún abuso de confianza y hospitalidad huele bien.

 

Líderes carismáticos parecen ser como tales visitas y en dado momento abusan de su estatus de huésped del corazón, mente y alma. Y la historia bárbara de nuestra especie no me deja mentir.

 

Durante décadas de mi vida, las pocas veces en las que entré en algún templo religioso fue por pura curiosidad arquitectónica. Criado por un padre severo, que había sido sometido a eternos 18 años en seminarios en los que era maltratado de todas las formas posibles por ser pobre, de rigoraún más agravado por la rigidez de la magistratura, yo sabía bien lo que era una fe impuesta a toda costa.

 

El problema era que yo no era exactamente un alma ideal para las imposiciones. La rebeldía de la adolescencia vino con fuerza destruidora para la incredulidad de un padre que solía confesar que había fracasado en nuestra educación pues no había logrado inculcarnos la disciplina del monasterio. Gracias, papá, nunca tuve la oportunidad de agradecerte por haber fallado en eso. Fue tu más dulce error.

 

“El papa modifica la doctrina de la iglesia y la pena de muerte pasa a ser inadmisible: nueva regla es incluida en el catecismo y prohíbe la práctica bajo cualquier circunstancia.” Curiosamente, los fantasmas de mi adolescencia se despertaron con esa noticia en el periódico Folha de São Paulo los primeros días del tradicionalmente agorero mes de agosto. Pensaba, por pura ignorancia y el desinterés declarado por la litúrgica y violenta doctrina católica, que tales comandos serían un poco más disimulados.

 

¡Defina pena de muerte, mi querido papa Francisco! ¿Y las víctimas de abortos clandestinos, ilustre pontífice, que el señor mantiene en el calvario? ¿Cuántos siglos faltan para que se levante esa pena de muerte impuesta por su credo a sus coterráneas argentinas que se cruzan la frontera para sucumbir en clínicas clandestinas en Brasil? ¡Ni una menos!

 

Lo que buscamos es educación para evitar que equívocos e ignorancias históricas se repitan. ¿Cómo puede una institución escoger en el 325 d.C. durante el Concilio de Nicea, con tintes paganos, como fecha para uno de sus más importantes días sagrados el primer domingo después de la primera luna llena tras el equinoccio de la primavera en el hemisferio norte, y siglos más tarde condenar a Galileo Galilei por elaborar esos mismos cálculos complejos de manera científica?

 

Ciertos temas deben ser debatidos mucho más allá de nuestras pequeñas elecciones personales. El hecho de que mi esposa y yo nunca elegiríamos, por ejemplo, practicarnos un aborto, en nada cambia la realidad de que millares de mujeres en mi país y en los países vecinos mueren todos los años en clínicas clandestinas.

 

Esta es la obsesión penal a la cual se refiere el constitucionalista argentino Roberto Gargarella. No se trata de problemas sociales con el código penal en la mano. Problemas sociales requieren soluciones sociales. ¿O acaso alguien tiene alguna esperanza —o desconocimiento— de que si introducimos la cadena perpetua o la pena de muerte para los crímenes de homicidio dejaremos de matarnos de un día para el otro?

 

Apoyo la descriminalización de la marihuana y no soy usuario. Nuestras elecciones personales no siempre estarán en sintonía con fundamentales políticas públicas. Pido que me den algún ejemplo en el mundo donde la “guerra contra las drogas” haya sido exitosa salvando almas. Solo consiguieron generar un mercado en el cual más se muere en el tráfico que en el consumo.

 

Enviar adolescentes al sistema carcelario brasileño a causa de un porro es de una perversión sin igual. El lugar de los niños es en la escuela. ¿O acaso alguien cree que un niño que comete un crimen de adulto deja de ser un niño? La solución no es crear más penas, más duras y más prisiones. La solución es parar para pensar por qué nuestros niños están delinquiendo como adultos y no tratarlas como tales. Son niños. 

 

La simple palabra “catecismo” en el subtítulo del reportaje en Folha de São Paulo me dejó nauseabundo. Y eso que no fui una de las miles de víctimas de los conocidos abusos sexuales de niños bajo la guarda de curas perversos y que por siglos actuaron impunemente, retratados con claustrofóbica angustia por Almodóvar en La Mala Educación.

 

La torpeza del reciente debate eclesiástico incluye, por ejemplo, perlas sobre si una hostia sin gluten impediría el “milagro” de la transustanciación. Puede parecer una broma, pero el embate motivó inclusive una notificación firmada por el cardenal Robert Sarah, en julio de 2017, para todos los obispos de la iglesia, informando que la substitución del gluten seria “abuso grave”. Curiosamente, para evitar cualquier otra duda impertinente y mantener el milagro perenne, la misiva se toma el trabajo de alertar que “la eucaristía preparada con organismos genéticamente modificados puede ser considerada válida”.

 

Están también permitidas, imagino, la diarrea, flatulencia y fatiga provocadas en la gran masa de fieles celíacos. Menos mal que se toman al final de la celebración.

 

Como consuelo, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos aseguró que los fieles con intolerancia al gluten pueden recibir solamente el vino en las misas.

 

En un mundo de infancia y vejez robadas, nuestra única esperanza, la única creencia que nos salvará, es la de que somos todos dignos, indiferentemente de cómo vinimos al mundo, en qué contexto socioeconómico, del color de nuestra piel e independientemente de las elecciones que hagamos, buenas o malas, a lo largo de nuestra trayectoria en este pequeño y angustiado planeta soberbio. El único código de ética que puede unirnos se llama derechos humanos.

 

En Canadá, Holanda y Estados Unidos, iglesias han sido transformadas en librerías, discotecas y cervecerías como es el caso de la librería Polare Maastricht y de la discoteca Paradiso, respectivamente en Mastrique y Ámsterdam, Holanda.

 

La cervecería Church Brew Works en Pittsburgh, Estados Unidos, parece enorgullecerse por haber agregado una línea más al famoso texto bíblico de la génesis, “y en el octavo día… el hombre creó la cerveza”. Con gluten, me imagino.

 

La villa medieval portuguesa de Óbidos transformó una iglesia del siglo 12 en la Gran Librería de Santiago, que ahora también incluye un bar de vinos. Eso sin contar la posibilidad de hospedarse en The Literary Man Hotel, junto a su acervo de 40 mil ejemplares.

 

Ciencia y religión no son antagónicas. Por lo contrario, la ciencia sin un código de ética moral no es más que otro culto al egocentrismo que nos asola. La ciencia podría aprender mucho con la religión, pero no con la que nos victimiza, distante de sentido moral y justicia con la cual el hombre común pueda identificarse.

 

¿No es justamente ese el mal que padeció por siglos lo que llamamos de derecho? La moral de unos pocos de nada le sirven a la ciencia, religión o derecho.

 

De la forma como se destila el odio a través de supuestos cultos, el mundo estaría mucho mejor con más librerías y menos templos.

 

 

 

Plauto Cardoso – Catedrático por la Solidaridad y la Paz por el Parlamento Internacional de los Estados para Seguridad y Paz de las Naciones Unidas (ONU), Plauto es escritor, docente, investigador y abogado en las áreas de Derecho Constitucional, Derecho Procesal Civil, Derechos Humanos, Derecho & Política y Derecho & Literatura. Es director del Instituto de Derecho de Integración de la Asociación Argentina de Justicia Constitucional (AAJC).

 

El mensaje del foro es editado por Plauto C L Cardoso Sep 21 '18
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Plauto C L Cardoso Sep 21 '18
Gracias, querido Víctor!
Plauto C L Cardoso Oct 4 '18

Inutilidades necesarias

 

El arte y nada más que el arte —dice Nietzsche— tenemos el arte para no morir de la verdad.

Albert Camus en “El mito de Sísifo”.

 

 

Fui invitado a principios de septiembre por la directora de las Colecciones Especiales de la Biblioteca Pública Estatal de Minas Gerais, mi querida amiga Eliani Gladyr, a hacer la apertura del ciclo de palestras “Cinema Comentado” en el bellísimo teatro “José Aparecido de Oliveira”. La dimensión de la responsabilidad de la encantadora invitación vino cuando me enteré que lo haría frente a nada menos que la profesora Maria de Lourdes Gouveia, especialista desde hace mucho tiempo en el asunto. La película de la noche era Llamadas Peligrosas, del inglés Stephen Freas, que había dejado sin aliento a mi generación como un tratado sobre el perverso egocentrismo posmoderno que nos impide amar de verdad. Esto en el lejano año 1988de mi adolescencia.

No soy un especialista en cine, pero recuerdo frecuentemente la humilde —y poderosa— observación del profesor argentino Alfredo Culleton sobre el papel de las artes en nuestra vida cotidiana, en una ponencia llamada “El mercader de Venecia y la obligación de los contratos”, en el seminario “Recorriendo Shakespeare”, en la Universidad Unisinos de la República Riograndense, en diciembre de 2017: “soy un apasionado por estas inutilidades necesarias”.

Graduado en derecho y en letras, no veo absolutamente ninguna diferencia entre los dos. Los veo como expresiones culturales de un pueblo y si alguno de ellos tiene alguna perennidad, es obvio que es la literatura (o las artes) y no el derecho.

“Derecho y Política a través del Cinema” es una de las materias en las que tengo el privilegio de contribuir como profesor invitado junto con mi mentor y amigo, el profesor Jorge Bercholc, en la carrera de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Y en estos encuentros uso el cine nacional y extranjero para hablar de instrumentos relevantes del derecho, y al fin y al cabo, del enmarañado de nuestras relaciones sociales.

Obras como Antígona, para tomar un ejemplo anterior al inicio de la era cristiana o las obras de Shakespeare como El mercader de Venecia, que uso seguido en mis cursos de grado de Proceso Civil, mantienen su actualidad de manera perenne. El derecho de aquella época ya hace mucho pereció. El positivismo, como bien me confidenció la profesora Maria de Lourdes antes de su exposición, “tiene dificultades con el tiempo”.

Pero véase que no es necesario ni siquiera ser alfabetizado para saber lo que es El quinto de los infiernos, para reconocer la frase “¿tú también Bruto?”, para saber que es una sirena, saber que alguien murió injustamente colgado en una cruz. No es necesario haber leído Homero, Dante, Shakespeare o la Biblia, nos recuerda el profesor Culleton, para saber sobre eso. No es necesario haber leído Shakespeare para saber que se puede morir de amor.

¿Y por qué algo escrito hace algunos milenios (Antígona fue escrita alrededor del 422 a.C.) o una obra de fines del siglo XVI puede continuar siendo tan relevante y describir la esencia de las entrañas humanas de forma tan actual? Es simple: porque somos los mismos bárbaros, con la misma (des)humanidad, con los mismos vicios y virtudes.

“Poder es la posibilidad de hacer pactos. Cuando el poder se manifiesta sin pactos, es violencia”, nos recuerda la profesora Maria de Lourdes, con quien comparto la pasión por Hannah Arendt.

En el argumento de la película, observa la profesora después de haber visto la impactante obra juntos,  “cada uno es su propio espejo. Es el síntoma de la muerte. Se espeja en sí mismo y ya no en la vida”.

Lo único que nos separa de la barbarie es la educación. Es el arte elque fomenta exactamente el tipo de debate que nos muestra lo tanto que somos los mismos y lo tanto que tenemos que estar siempre alertas a ello para protegernos de nosotros mismos.

Es en el arte donde nuestra humanidad encuentra su perennidad, donde nos encontramos desnudos y somos los mismos.

Nótese que aquí no tiene cabida el viejo debate sobre realidad o ficción. Todo es ficción. Nuestra propia historia es una ficción escogida por los vencedores. El debate relevante está entre lo que es recordado y lo que es olvidado. Lo que son hechos y lo que es olvido. Y aquí el cine también nos mantiene vivos con memoria.

Tal vez con un poco más de arte podamos recordar que el amor no es poder. Es servidumbre voluntaria. Y tampoco sería necesario leer El Banquete, de Platón para saberlo.

En tiempos de violencia verbal y puñaladas, le dejo a la profesora Maria de Lourdes las palabras finales: “Nadie practica el mal sin participar de sus maleficios”.

 

 

Plauto Cardoso – Catedrático por la Solidaridad y la Paz por el Parlamento Internacional de los Estados para Seguridad y Paz de las Naciones Unidas (ONU), Plauto es escritor, docente, investigador y abogado en las áreas de Derecho Constitucional, Derecho Procesal Civil, Derechos Humanos, Derecho & Política y Derecho & Literatura. Es director del Instituto de Derecho de Integración de la Asociación Argentina de Justicia Constitucional (AAJC).

Estimado Plauto, gracias por tu reflexiones, como siempre con tu incisivo análisis. 


Me quedo con la frase: “Poder es la posibilidad de hacer pactos. Cuando el poder se manifiesta sin pactos, es violencia”  .  
Creo que algo tan simple de decir, conlleva un gran esfuerzo y cooperación para llevarlo a cabo. Es la base de la política, y quienes nos desempeñamos en los congresos, vemos que esta herramienta siempre está en peligro de ser secuestrada por las tentaciones autoritarias, de izquierda o de derecha. . .  Gracias amigo por tus reflexiones.
Creo que algo tan simple de decir, conlleva un gran esfuerzo y cooperación para llevarlo a cabo. Es la base de la política, y quienes nos desempeñamos en los congresos, vemos que esta herramienta siempre está en peligro de ser secuestrada por las tentaciones autoritarias, de izquierda o de derecha. . .  Gracias amigo por tus reflexiones.

Plauto C L Cardoso Oct 9 '18

Mi querido y admirado Víctor,

 

Hace mucho que aprendí que la vida es realmente algo muy más sencillo que nos intenta enseñar el mercado de consumo. Se puede ser feliz con poco. 

 

Tanto en nuestras vidas personales como en nuestra vida en sociedad, lo complicamos y lo hacemos complejo algo que tendría que ser muy simple: vivir es tender puentes, es dialogar, es compartir.

 

Cualquier otro tipo de elección es imposición, es pura brutalidad. Pero en nuestros contextos, eso de alguna manera se volvió en la regla.

 

Hay mucho que tenemos y podemos hacer, y una vez más te agradezco por darnos este Fórum para debates para que podamos siempre recordar que el verdadero poder es saber tomar un mate o café con el otro.

 

Una linda semana a todos!


Plauto C L Cardoso Dic 5 '18

Pasajes

 

Amor feliz. ¿Es normal,
es serio, es positivo?
¿De qué le sirven al mundo dos seres
que no ven el mundo?

 

[…]

 

¿Qué ocurriría
si su ejemplo se imitara?
A qué recurrirían la religión y la poesía,
qué sería recordado y qué olvidado,
quién elegiría permanecer encerrado en el círculo.

 

[…]

 

Que quienes no conocen el amor feliz
sigan afirmando que no existe un amor feliz en ningún sitio del mundo.

 

Con esa creencia les será más fácil vivir y también morir.

 

Waslaya Zimbroswka “Amor Feliz”

 

 

 

Creo que siempre reviví emocionalmente algunos momentos emblemáticos de la historia humana con una cierta mirada adolescente, romántica. O tal vez sea mi alma antigua que le gusta pasear por el pasado.

Imaginaba, por ejemplo, cómo debía haber sido la euforia del pasaje del siglo XIX al siglo XX presuntuosamente retratado por el movimiento Futurista. La Belle Époque siempre me atrajo hacia el pasado. Era estimulante sentarme en el Café de la Paix, en el Café de Flore o en Le Deux Magot en París, ya en el siglo XXI, repasando los pasos de Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir o Albert Camus, e imaginar oír un diálogo de los años 1940 y 1950 en la mesa de al lado. En la descomunal sala de profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, en su impresionante y austera atmósfera con aires de museo y de sala de palacio real, me senté en todas las sillas a lo largo de los últimos años imaginando en cuál de ellas se habría sentado Rui Barbosa cuando allí fue profesor. Quería sentirme su contemporáneo. No bastaba la honra de también ser profesor en la misma universidad más de un siglo después.

Hay algo de nitroglicerina escondido en la asociación del avance tecnológico al incondicional optimismo kantiano de que somos seres predestinados a un progreso lineal inevitable.

Por eso admiro tanto a los artistas y a las artes. En este mundo en que tercerizamos todo, desde la educación de nuestros hijos hasta la limpieza de nuestras casas, delegamos al artista el papel de digerir nuestras angustias. El artista vive y retrata ese sentimiento abstracto, inherente a la condición humana, que idealiza de forma innecesaria su futuro, pero al que se le terceriza la angustia —o al menos se intenta— de la consecuente posibilidad de fracaso, sufrimiento, y, claro, de nuestra inevitable muerte. Resta —a los que aún les sobra algún destello de digno valor— contemplar a la distancia, en las galerías de arte, lo que en realidad deberíamos sentir. De este modo, somos presentados a la intimidad de nuestros conflictos internos en estrenos e inauguraciones de galerías, de forma colectiva y con una copa de champaña en la mano para adormecer cualquier eventual incomodidad.  

Lo más increíble es notar que pocos de los presentes en esos momentos históricos de cambio de paradigma realmente se dan cuenta de lo que están viviendo. Fui testigo de la popularización del teléfono fijo a su casi que total desaparición. Aquel objeto, al cual pasé pegado largas horas de mi pre adolescencia, desapareció y ahora decora mi biblioteca como un suvenir de un pasado distante. Mi hijo de un año y cuatro meses sabe usar un celular de juguete pero no se dio cuenta aún para qué sirve aquel extraño objeto en la mesa de su padre.

Los taxis ya no son más los mismos. No nos hospedamos más siempre en hoteles. Mis alumnos me preguntan si la profesión de abogado todavía existirá cuando se gradúen.

Reconfortados en la esperanza de la relevancia del papel de la televisión y su protagonismo electoral, estábamos seguros de que los ocho segundos de propaganda del ahora presidente electo sería una barrera al éxito de sus chovinismos medievales. La elección solo empezaba verdaderamente con la propaganda electoral televisiva. Fue así hasta 2014. Ayer, en términos históricos.

Anestesiados por la avalancha de información, no notamos transiciones, transformaciones. Vine de un pasado remoto en el cual bloquear el acceso a la información era la forma de ejercer control social. Les enseño cotidianamente a jóvenes hipnotizados y lobotomizados por pequeñas máquinas conectadas a sus manos. El acceso al exceso ahora es la nueva garantía de que no se pensará. La censura en la posverdad es la parálisis provocada por la sobredosis de sinapsis.

Hace poco en Japón —en octubre— el joven Akihiko Kondo se casó con el holograma de una cantante de la realidad virtual llamada Hatsune Miku. Dice ser fiel a su nueva esposa y que finalmente vive armónicamente con el sexo opuesto. Y yo que pensaba que enamorarse perdidamente por el sistema operacional de su computadora como lo hizo el solitario Theodore, personaje brillantemente interpretado por Joaquin Phoenix en la provocadora distopía Her, de Spike Jonze, era algo perturbador, pero improbable. La madre del joven, una conservadora acostumbrada a otros tiempos en que la novia era de carne y hueso, se recusó a asistir a la ceremonia de casamiento de su hijo único con la futura nuera holográfica, con la cual no podría enemistarse posteriormente.

Como ya nos alertó uno de los artistas más sensibles que conozco, en una serie de fotografías que inspiraron el título de esta columna, Gustavo Lacerda,“el ser humano, que descubrió maravillado el encanto de la calle y se adentró en una infinita capacidad de socialización, transita ahora en carros. Lo que era para aproximar, distancia.”

No notamos que el teléfono que nos unía ahora nos separa. Que las elecciones que nos sustentarían, nos corroen.

Tal vez haya sido siempre así y hayamos vivido siempre ajenos a la realidad que nos cerca. Parecía ser diferente. O así lo creí.

 

 

 

Plauto Cardoso – Catedrático por la Solidaridad y la Paz por el Parlamento Internacional de los Estados para Seguridad y Paz de las Naciones Unidas (ONU), Plauto es escritor, docente, investigadory abogado en las áreas de Derecho Constitucional, Derecho Administrativo, Derecho Procesal Civil, Derechos Humanos y Derecho & Política. Es director del Instituto de Derecho de Integración de la Asociación Argentina de Justicia Constitucional (AAJC).

 

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Nahuel Maciel Dic 24 '18

Reflexiones sobre la Navidad

 

Por Nahuel Maciel

 

Hace 2018 años que una memoria compartida en el mundo cristiano se repite: la celebración de Jesús de Nazaret, nacido en el pesebre de Belén, en condiciones muy pobres. Se trata de una de las celebraciones más importantes de la vida cristiana.

Sin embargo, por estas horas se habla poco y nada del real sentido de la Natividad. En cambio, abundan hasta el hartazgo los titulares sobre cómo estuvieron las ventas o las informaciones sobre cómo se canalizaron los afanes consumistas por los regalos. Se trata de un movimiento comercial que en muchos hogares deja comprometida seriamente el presupuesto familiar. No es casualidad que, por estos días, las ofertas de préstamos de bancos y financieras aparezcan como fórmulas mágicas… aunque el problema venga en el futuro inmediato cuando no se pueda honrar las cuotas.

¿No habrá llegado el momento de replantearse la necesidad de valorar aquel humilde pesebre de Belén? ¿Y en ese ejercicio posar la mirada en la infancia vulnerada de nuestra época?

El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas expresó su preocupación creciente por la pobreza en la Argentina, especialmente a la que afecta a la infancia. Pero, en América Latina la pobreza deja huellas generacionales que también es necesario superar con más y efectivo acceso a derechos.

En Argentina se sabe cuáles son algunas de las causas de la pobreza: la inflación, la caída del empleo, la reducción del salario y de las jubilaciones, entre otras situaciones, que llevaron la marca de la pobreza en el primer semestre de este año al 30 por ciento; lo que eleva a más de 13 millones el número de personas en situación de pobreza. Y de acuerdo a los datos oficiales, el segundo semestre fue peor, lo que vaticina que el próximo informe será mucho más preocupante.

En cuanto a la infancia vulnerada, más de tres millones de niños y niñas del país dependen de las migajas que pueda acercarle el Estado. Pero esa realidad parece que todavía no logra conmover el espíritu de quienes deben tomar decisiones de Estado.

El informe que elaboró Unicef sobre “Pobreza Monetaria y privaciones no Monetarias en Argentina” comienza con un concepto muy sabio y oportuno: “La pobreza es más que la escasez o insuficiencia de ingresos”. E inmediatamente ahonda: “Vivir en pobreza durante la infancia significa no ir a la escuela ni aprender, saltar una de las comidas o ir a dormir con hambre, no tener zapatos o vestimenta digna, estar privado de atención médica y expuesto a enfermedades, vivir en un hogar sin agua potable, electricidad, en espacios inseguros y en condiciones de hacinamiento o enfrentarse a muchas otras carencias”.

El informe de Unicef –es bueno tenerlo presente- está basado en la Encuesta Permanente de Hogares, que es la investigación socioeconómica más importante que realiza el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (Indec).

De su análisis se concluye que el 48 por ciento de los niños y niñas son pobres desde una perspectiva multidimensional no monetaria. Es decir, a uno de cada dos niñas y niños, se les priva el ejercicio de al menos de uno de esos derechos: educación, protección social, alimento, vivienda adecuada, saneamiento básico, acceso al agua segura, o un hábitat seguro.

Pero Unicef dice algo más sobre la niñez: el 48 por ciento de los chicos argentinos son pobres y la mitad de ellos muestra “severas” privaciones de derechos fundamentales.

Hay que tomar conciencia y decirlo claramente: las iniciativas del Estado tanto históricamente como en la actualidad, han sido “insuficientes” y en algunos casos hasta “mezquinas”. Es más, se necesitan leyes que otorguen mayores protecciones a los derechos de la infancia. Pero, hay que ser realistas: los legisladores “están para la rosca” y no es la de Reyes.

Una última curiosidad: los que ejercer el poder y toman decisiones, viven en la abundancia y como consecuencia de sus decisiones, la miseria se enseñorea en todos los rincones del país, afectando especialmente a la infancia.

Es época de Navidad y seguramente alguna noticia saldrá a reflejar algún milagro. El campo de la solidaridad es fecundo y extenso… pero también insuficiente.

Se necesita un Estado más presente… justamente cuando vivir en comunidad para las personas en situación de pobreza es cada vez más lejano.

Habría que declarar la emergencia nacional para la infancia. Para ello, es de anhelar que la Navidad no sea un mero feriado más en el calendario.


Plauto C L Cardoso Dic 26 '18
Mi querido Nahuel,


Lo que me tranquiliza el alma un poco es que estamos juntos trabajando pra que de alguna manera "la Navidad no sea un mero feriado más en el calendario". Esto solo podría bien ser la misión de nuestras vidas.


Bellas palabras!


Abrazos y un lindo 2019!

Plauto.

Medea de Séneca y la tragedia de nuestros días

Vagner Felipe Kühn

 

     Lucius Annaeus Seneca, uno de los más destacados intelectuales de la Roma clásica, construyó su obra en el siglo I d. C. No fue apenas un hombre de bienes, un jurista y dramaturgo, Lucio Séneca, fue además preceptor del emperador. Un modelo de enseñanza al que sólo los grandes nobles tenían acceso, en el cual la conexión entre profesor y alumno era completamente diferente de las relaciones que vemos en las universidades hoy en día.

  En su época, exploró el género satírico de un modo casi impensable para los patrones actuales. Su texto titulado La calabacificación del divino Claudio cuenta como el fallecido emperador es rechazado por los dioses por ser considerado autoritario. Séneca fue preceptor y, más tarde, consejero de Nero, quien se había convertido en emperador a los diecisiete años. Por esta razón, hasta hoy se dice que los siete primeros años de gobierno de Nero fueron comparados a los de Augusto, una referencia de emperador romano. Sin embargo, como todos saben, Nero escogió, ya maduro, un camino diferente del indicado por su maestro, eternizándose como la personificación del tirano. Como profesor, ya vi a ex alumnos perderse así, pienso que debe haber sido muy frustrante para Séneca.

  Una de las obras más representativas de Séneca fue, indiscutiblemente, Medea, considerada una tragedia romana con un sujeto griego. Un género descripto por los italianos como fábula cothurnata. La obra tiene su ápice en la venganza de Medea contra su marido traidor, Jasón.

    Su padre, el rey, le había asignado a Jasón tres misiones entre las cuales estaba buscar el vellocino de oro. Traicionando a su padre, Medea usa sus poderes de hechicera para ayudar a Jasón. Cuando finalmente éste logra realizar las tareas, el rey dicta su prisión. Medea mata a su hermano para generar una distracción y permitir la fuga de Jasón, y, después de también matar a su tío, Medea huye junto a él, con quien tendría después dos hijos.

  En el sitio donde se establecieron después de haber huido, Jasón abandona a Medea para unirse a la hija del rey Creonte. Al maldecir a su rival y al rey, es ordenado que la hechicera sea exiliada. Su ira se dirige a la nueva compañera de Jasón y al rey, pero esto no aplaca su rabia.

  En el ápice de su furia, Medea decide herir a Jasón de la manera menos pensada y contundente que existe: matando a sus propios hijos y lanzándole a Jasón los cuerpos en pedazos, para que, a cada fragmento recuperado, el inmenso dolor se renovase.

  El trabajo de Séneca es una versión de la obra del griego Eurípides, del siglo V a. C. La literatura usa la comparación de las semejanzas y diferencias entre las dos para sondar los aspectos perpetuos de la existencia humana.

  Para mí, la tragedia de Medea está más viva que nunca. Su narrativa siguió siendo aprovechada tanto por clásicos, como Ovidio, como por contemporáneos, como Chico Buarque de Holanda y Paulo Pontes. En la canción Gota D´Água, éstos cantan: “Deixa em paz meu coração / que ele é um pote até aqui de mágoa / que qualquer desatenção / faça não / pode ser a gota d´água”.    

  La relación es un pote lleno de un líquido que cambia de color en un abrir y cerrar de ojos. La traición transforma el color del amor en el color de la pena. Y algunos seres humanos, cuando vestidos apenas con el papel de la relación afectiva, se enceguecen delante de otros papeles que también representan. Especialmente, no ven el papel de padre y de madre. 

  Sepa usted, padre o madre, que si olvida a sus hijos para beber ese líquido turbio llamado pena, ¡usted está construyendo una tragedia! La alienación parental sigue siendo un fenómeno tan denunciado como común. En él, tal como en la obra Medea, los hijos son despedazados para que los fragmentos se conviertan en un dolor tan profundo como continuo. Es probable que algunos de esos fragmentos jamás sean recuperados.

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