-Cartas a la humanidad-
A donde me lleve el viento
¿Kevin, qué quieres ser cuando grande?
voy a ser un muerto
No quiero ser adulto,
porque cuando crezca
solo puedo ser policía o guerrillero
Los adultos siempre se matan.
¿Profesora, a los cuantos años los niños van a la escuela?
-¿Cuántos años tienes?-
Siete, respondió.
Van a los ocho Kevin.
Kevin, niño de 7 años,
Marquetalia 2017
Dedicada a Kevin y Ezequiel,
Cada vez que me preguntan en algún lugar, que ¿a dónde voy o cuándo regreso? Suelo responder, a donde me lleve el viento o cuando me traiga el viento. Y sí, el viento realmente me ha llevado a muchos lugares a compartir el pensamiento de los derechos humanos como una forma de vida, de convivencia, coexistencia, respeto por las diferencias, he llegado a lugares que jamás imaginé llegar como: Mitú, Puerto Leguízamo, Inírida, Carreño, Leticia, San José del Guaviare, Florencia, Arauca, Caucasia, Apartadó, Buenaventura, Tumaco, Quibdó, Riohacha, Mocoa, Puerto Asís, Puerto Gaitán, Sincelejo, Granada, Villavicencio, entre otros, pero entre los lugares visité dos en particular que me causaron mucho asombro, los lugares de guerra, Larandia y Marquetalia, donde se forman los militares y guerrilleros, que me invitaron al tercer escenario, La Habana y la revolución.
En Larandia, la base militar más grande del país entre el llano y la selva amazónica, en el año 2016, fui a hablar de la importancia del proceso de paz con las Farc-Ep, se decía que los militares pensaban en dar un golpe de Estado, nunca se supo en realidad. En un auditorio de más de trescientos uniformados, en su gran mayoría hombres explicaba la importancia de los derechos humanos, del derecho internacional humanitario, de la guerra, la historia del país, la construcción de la paz y la posibilidad de tener otra forma de vida que no fuera matándose. La visita del Ministro de Defensa suspendió mis clases. No podía salir de la habitación, por lo tanto sólo podía observar por una ventana, cómo los soldados en medio de un sol y calor infernal, a medio día y durante el día, todos los días, gritaban arengas a la patria y en contra de sus enemigos, recibían a cambio insultos, groserías, y mal trato. Caras de odio y sufrimiento. Lo que me hizo pensar sobre los héroes de la patria, como se denominan a quienes regresan mutilados de la guerra.
En ese momento recordé a Salomón, un desmovilizado de la guerrilla, que en 2012, quien tras 40 años de pertenencia al grupo armado decidió desmovilizarse con sus ocho hijos, ya que sus dos hijas mayores eran cabecillas de frente y no lo quisieron seguir, quien además manifestaba el arrepentimiento por su decisión que tenía aguantando hambre, a su esposa e hijos. Con dolor nos comentó que en la guerrilla nunca aguantaron hambre. Salomón, era un desmovilizado cuyo comportamiento ejemplar en el proceso de reintegración social y económica que adelantaba en aquella época el gobierno nacional y que un grupo de consultores con recursos de cooperación internacional evaluamos, recomendaban y permitían la visita a su proyecto productivo, un taller para despinchar bicicletas. El trabajo nos permitía hablar con los desmovilizados de la guerrilla y paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia -AUC-, que la Agencia Colombiana para la Reintegración -ACR- referenciaba como casos exitosos, en fin. Salomón afirmaba que: “La guerra son los de arriba tomando whisky y los de la base dándose plomo. Todos se ponen de acuerdo para los positivos”. En ese momento pensaba si los soldados que gritaban en Larandia, se mataban con los hijos de Salomón, pobres, con hambre, sin conocerse, enemigos de la nada, de la guerra, sin historia, sin pasado, y sin futuro.
De estos auditorios, pasé un día a Marquetalia en 2017, a “pelear” con una máquina mezcladora de cemento, gravilla, ladrillos, arena, pulidora, música, obreros vs. la clase, para enseñar a los guerrilleros que era el Estado Social de Derecho, los derechos humanos y la construcción de un proyecto de vida. Estaba ahí, en donde en 1964 se crearon las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército Popular Farc-Ep, tras la orden del presidente conservador Guillermo León Valencia (abuelo de la hoy senadora uribista Paloma Valencia, contradictora del acuerdo de paz) de bombardear a Marquetalia y perseguir a los comunistas, 53 años después convertida en zona veredal transitoria de normalización ZVTN, allí aguardaban los guerrilleros mientras se hacía la dejación de las armas a los representantes de Naciones Unidas, y la inscripción a la Registraduría, para ejercer su ciudadanía. Un día los estudiantes de la especialización de derechos humanos, me decían con asombro:
-Vámos profesora, hay un huequito en la ZVTN y se pueden ver los guerrilleros!
-Y ¿cómo son? Les pregunté
-¡Son como nosotros!- Respondieron
Y ¿cómo querían que fueran? Si son solo humanos, -respondí-.
La intempestiva ola de ayuda e intervención social, de comunidades religiosas y el ofrecimiento del gobierno cubano de llevar 200 guerrilleros a Cuba a estudiar medicina, incitó a la universidad en la que trabajaba a participar con un equipo, compuesto por directivas, docentes, estudiantes, sacerdote, filósofo, entre otros, un equipo interdisciplinario que iría a salvar a estas almas, al llevarlas por el camino del Estado Social de Derecho, a mostrarles la verdad constitucional, a pretender dirigir la vida de aquellos que no conocemos, pero que creemos saber sus necesidades, otra colonización de teorías, discursos y mentiras poco aplicables a su estilo de vida, a su realidad.
Tras 10 minutos de clase, un guerrillero gritó: “Ese es un discurso imperialista, aquí somos comunistas, Marxistas-Leninistas”. Yo no comprendía qué había pasado, claramente fue al hablar de las libertades fundamentales. Los comunistas no aceptan los derechos civiles y las libertades individuales, quieren todo en comunidad, funcionan como un ejército, necesitan de órdenes para vivir, es su forma de vida, la que conocen, no es mejor ni peor, es diferente, sin juzgar. Encontramos grandes problemas de comunicación, del lenguaje, de la forma de encuentro, de cómo llegar a esos nuevos seres humanos que continuaban cargando sus armas como el gran sueño de su vida, como me lo dijo Yan, cada uno era una historia. Presencié la entrega de las armas el penúltimo día de mi estancia.
Pregunté qué significaba la bandera, el tricolor amarillo, azul y rojo, en el centro un libro y unas armas cruzadas, me respondieron que las guerrilla quería que todos sus miembros fueran letrados, que leyeran y estudiaran. Algo muy bueno, pensé.
– Y leen? Pregunté-. -No, porque la guerra no nos ha dejado, -respondieron-. No fue fácil enseñar la ficción del Estado, el que los persigue para matarlos y ahora los quiere defender, ni los derechos, tampoco el respeto, o qué son sueños, o qué es tener casa, y el respeto por todos los seres que habitan/mos en este planeta.
También supe qué era el amor de guerra, en teoría, cuando un estudiante me preguntó: ¿profesora, con quién va a dormir hoy? Ya sabía que esa era la pregunta del amor de guerra. Eran los días que tenían permiso para tener sexo, los que incumplían la orden eran sancionados. Si los sábados que gozaban de la inmunidad sexual se encontraban amigos se preguntaban con quién pasarían la noche, y se irían a dormir. Al día siguiente no sabían si los encontraría la muerte de la guerra, no esperaban nada más del otro. También pensé a Ingrid Betancourt, secuestrada en 2002 y durante más de seis años por las Farc EP.
Ezequiel, un niño de 10 años, que conocí en Marquetalia, ansioso y amoroso, nunca supo cuál era su nombre, si el que le puso su mamá, pero que su hermana no le quiso recordar o el de guerrillero. La registraduría lo decidió, lo bautizó Ezequiel. Lléveme con usted profe, me decía Ezequiel, con el ojo izquierdo cerrado por un orzuelo gigante, y herpes en el labio inferior, y lagrimitas en sus ojos. Junto a Kevin y sus hermanitas, estos niños intentan tener un país sin armas, sin guerra, pero muchos sin conocerlos, ni vivir esta realidad, lo desean impedir.
Cuba. Qué es lo maravilloso de ese lugar que pretendía la revolución de almas libres, felices y seguras alejadas del imperialismo, mi cumpleaños en 2017 era la excusa perfecta. Llegaríamos al tiempo con Irma, el huracán más fuerte de los últimos años de historia. Sin embargo, si dejaban aterrizar a los aviones, seguro garantizaban la seguridad de los turistas, ingenuamente pensaba, como si el huracán distinguiera en su fuerza voraz entre nativos o extranjeros. Bajar del avión, después de divisar montañas y extensas tierras y cultivos, rodeada por un mar de intensos colores azules, a la isla, que de inmediato tenía un olor que no conocía. Como lo dice Leonardo Padura, en La novela de mi vida, refiriéndose a La Habana: “la magia de La Habana brota de su olor. Quien conozca la ciudad debe admitir que posee una luz propia, densa y leve al mismo tiempo, y un colorido exultante, que la distinguen entre mil ciudades del mundo. Pero su olor resulta capaz de otorgarle ese espíritu inconfundible, que la hace permanecer viva en el recuerdo.” Aunque no he olida nada similar, sé que era un nuevo olor en mi memoria olfativa.
El día de mi cumpleaños conocí una viejita que me vendió el periódico del día anterior, que anunciaba que Cuba se encontraba preparada para recibir a Irma, el huracán. Me dijo que estaba cumpliendo años y me regaló un billete con la cara de El Ché Guevara, replicando que él si había ayudado a los ancianos, pero que esa no era la revolución que el deseaba. De paso por la Iglesia conocí a Zoila Regla, su nombre era en honor a la Virgen de Regla, a quien su mamá hizo una promesa al quedar en embarazo. Era su primera vez en esa iglesia, al igual que yo, porque pensaba que solo podían entrar los ricos, y estaban de cumpleaños también la Virgen y Zoila.
De los días previos al huracán tengo la reflexión Padura “Además del olor, La Habana me sorprendió con el maravilloso descubrimiento de que allí se vivía con una lujuria y un desenfreno tal como si al día siguiente fuese a llegar un huracán” lo cual me explicaba la forma de ser de los cubanos y su oferta sexual amplia y permanente. Del día en que llegó tengo memoria auditiva, de la fuerza de la naturaleza destrozando casas, devolviendo la basura que indiscriminadamente lanzamos, reclamando sus espacios, bramaba, rugía, la tierra, el mar, el aire, la lluvia, todos a la vez, los animales humanos y no humanos. También rondaban Juanes y Miguel Bosé cantando Nada particular (álbum Bajo el signo de Caín, de Miguel Bosé, 1993)
Dame una isla en el medio del mar
Llámala libertad
Canta fuerte hermano
Dime que el viento no, no la hundirá
Llámala libertad
Canta fuerte hermano
Bis,bis,bis…
Gritos de auxilio, llanto y silencio, tras una alarma, de la que imaginé era la señal que el huracán estaba pasando. Al despertar estaba todo destruído, la vecina nos invitó a su casa a desayunar, ella, comunicadora social, cursando un doctorado en la Universidad de la Habana, defensora del régimen, y trabajaba para el gobierno. Desde el balcón de su casa observábamos cómo sacaban los cadáveres atrapados por las ruinas de la construcción, creo que son los gritos que tengo grabados aun en el oído, no se supo cuántos muertos fueron, unos decían que uno, otros que tres, y otros que cinco, otros que no importaba porque tenía sida, y otro dijo que eran mariguaneros y viciosos, en medio de las fotografías, los observadores querían husmear dentro del camión de medicina legal, mientras la señora que comía mamoncillos sentada en una silla en la puerta del lado, pedía permiso para alcanzar a ver el espectáculo.
Los observadores de esta escena morbosa, mientras sacaban a los muertos, aplaudían a sus líderes y les agradecían por estar con el pueblo, ellos llegaron, con la prensa, y tras una levantada de brazo y movimiento de muñeca con la mano abierta, en señal de saludo partieron rápidamente en lujosos BMW. La señora de los mamoncillos terminó su plato y alrededor en el piso dejó una montaña de cáscaras verdes por mitades trozadas por sus dientes y las pepas descarnadas, alguién que pasaba y casi resbala, pidió de manera no muy amable que las levantara del piso. En las noticias se anunciaba que el huracán no había afectado a Cuba, gracias a comunismo. A los comunistas, marxistas-leninistas, que nunca han leído a Marx ni a Lenin, creo que muchos aún no saben que el muro también cayó.
Aprendí que se puede vivir o sobrevivir con pocas cosas, sin lujos, sin buen vivir, comprendí a los balseritos y la falacia del socialismo – capitalista, que busca explotar al turista y explotarse sexualmente como su oferta más atractiva. Eso fue lo que yo encontré, observando que lo que se comparte es la represión y la pobreza, en ojos que gritan el silencio de su palabras mudas, de vivir con pena de muerte, en la cárcel de la imposibilidad de viajar, observar y compararse con otras realidades. Escuché sus opiniones sobre Venezuela y cómo su proceso de transición fue similar, hasta que se acostumbraron.
Y regresé pensando que si sobreviví al huracán Irma, puedo hacer otras cosas más en la vida, y le pedía al viento, que no me lleve de regreso a la isla. Suficiente de represión.
La verdadera revolución está en la libertad de Ser y de hacer.
María Carolina Estepa Becerra
Investigadora Redipal
Escritora, docente, consultora en derechos humanos, formada como abogada, Especialista en pedagogía de los Derechos Humanos, Magíster en Derecho Contractual Público y Privado, Doctoranda en Derecho Constitucional por la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires – UBA, Catedrática por la Solidaridad y la Paz nombrada por el Parlamento Internacional de los Estados para Seguridad y Paz área Sudamérica (Organismo Intergubernativo reconocido por Naciones Unidas).