Los resultados de la emergencia
sanitaria por la propagación y virulencia del SARS-CoV-2 (COVID-19), muestran
la interacción que se da entre los ecosistemas y los seres vivos, incluido el
ser humano. Si bien, el virus no discrimina, sí genera impactos diferenciados en
el goce de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales (DESCA),
viéndose más afectados los colectivos y poblaciones que histórica y
sistemáticamente han soportado la mayor carga de desigualdad estructural, lo
que les limita el acceso al agua potable y al saneamiento; a la salud, a la
alimentación, a la vivienda e, incluso, al trabajo –formal e informal– de
manera que las medidas de prevención contra la enfermedad están fuera de su
alcance. Aunado a ello, debemos considerar que la contaminación ambiental y el cambio
climático afectan los determinantes sociales y ambientales de la salud –aire,
agua, suelo, alimentos–, por lo que es ineludible lograr la seguridad humana, ello
a su vez, demanda garantizar la seguridad ambiental y climática, lo que involucra
aspectos ecosistémicos y bioéticos, a fin de reconocer la capacidad de carga de
los ecosistemas y reorientar el desarrollo hacia un modelo que permita diversificar
la matriz energética y transitar hacia las tecnologías limpias y la eficiencia
energética, elementos clave para avanzar en la protección y garantía de los
DESCA de las generaciones presentes y futuras.
https://drive.google.com/file/d/14fgsJ7MZ32bbv1PZ-wykxVtpsycXjYEJ/view